Sobre el conformismo y el conformista, la ambición y el ambicioso, la codicia y el codicioso. ( A.F.E. )


Pensar, generalmente, no hace daño, y pensar en cosas aparentemente pequeñas y vacuas, en simples palabras y sus significados, pueden ser un ejercicio mental que arroja resultados inesperados...

El conformismo no lógico o complaciente, lleva irremediablemente al estancamiento y a la mediocridad.  Debemos entender como conformismo no lógico o complaciente a aquél conformismo que es sinónimo de adaptación a las circunstancias con resignación.

Jamás existirá peor insulto para una persona que el de ser tildado de conformista, ya que, en ese momento, ese individuo, estará siendo catalogado como un ser sin ambición, sin carácter ni personalidad, en fin, un ser mediocre condenado a pertenencer durante el resto de su existencia a la más baja categoría de personas, a la de las grandes masas uniformes.

La vida de un hombre debe estar llena de metas y, su existencia, dedicada a alcanzarlas. Estas metas pueden ser grandes o pequeñas, reales o ilusorias; en realidad nada de esto importa al individuo, lo realmente importante es que la mente jamás permanezca ociosa, que siempre esté trabajando en algo nuevo. Es a esta ansia de crear, de hacer siempre algo más, algo mejor, a lo que llamamos ambición, y a la persona que practica esta manera de vivir, ambiciosa.

Es importante no confundir en ningún momento la ambición con la codicia, porque, mientras la ambición lo que busca es el bienestar individual y/o común, la codicia lo que busca es el bienestar individual a costa del común.

El bienestar individual, en la ambición, se logra al trabajar por realizar las metas, y este trabajo enriquece de manera increíble a la persona, convierte al ser en ser humano, y hace que este crezca hasta límites inimaginables, pero, por supuesto, el bienestar total o ideal se logrará en la medida en que se consiga o no la meta establecida.

En la codicia, este bienestar se logra a través de un trabajo destructivo, cuya única norma es aquella máxima del pensamiento maquiavélico que nos dice “El fin (la satisfacción personal) justifica los medios (destrucción o daño del prójimo)”. Este trabajo destructivo, lacerante, envilece al ser, y lo degrada hasta convertirlo en una criatura pervertida que no merece existir al lado de los verdaderos seres humanos. Son las personas codiciosas las que hacen temblar nuestras sociedades.

Así, estas sociedades avanzarán, se estancarán, retrocederán o entrarán en conflictos, dependiendo de la proporción de conformistas, ambiciosos o codiciosos que las conformen, o de cual de estas cualidades se manifieste predominantemente en sus líderes.

En todo caso, debemos recordar que el bienestar común se logra a través de la ambición de individuos y colectivos, y los pocos aportes que puede entregarnos la codicia, generalmente son a costa de elevados costos de destrucción y sufrimiento.

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