Si queremos tener éxito en la vida, uno de los puntos fundamentales a considerar es el de ser puntuales.
Se trata, antes que nada, de una actitud de respeto hacia los demás, de consideración por el tiempo de los otros, es una muestra de buena educación.
Los países que se superan y avanzan tienen, como características principales y sobresalientes, la organización y la escrupulosidad al momento de obedecer horarios.
Estar a tiempo, cumplir con el compromiso, asumir una responsabilidad, es mostrar a los demás que somos confiables. Esto aporta a nuestra personalidad el valioso precinto de “merecedor de confianza”. Somos capaces de ejecutar tareas y llevarlas a buen término, porque mostramos interés y madurez, tenemos lo que hace falta, carácter, orden y eficacia.
Nadie confía en una persona impuntual, va perdiendo de a poco la confianza de todos los que la rodean. Su palabra no tiene valor, perdió garantía. Conozco personas que se desempeñan en cargos de jerarquía que, cuando citan a individuos para ocupar determinados puestos y si estos llegan minutos después de la hora señalada, los descartan automáticamente. Aunque posean un currículum vítae impecable.
¿Nos damos cuenta de lo grave que es esto? Porque ya no se trata sólo de la hora, también es un aspecto que engloba a toda la persona y le resta puntos.
Entonces, es mejor llegar antes que después.
Iniciemos cuanto antes esta transformación en nuestras vidas, aprendamos a ser exactos, precisos, diligentes, formales con los horarios propios y de los demás. Esto nos pondrá en el camino correcto, seremos respetados y tenidos en gran estima.
“La informalidad en atender una cita es un claro acto de deshonestidad. Igual puedes robar el dinero de una persona si robas su tiempo” Horace Mann(1796-1859).
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